la gata

Cuando tenia unos nueve años un compañero de la primaria, la Fernandez de Lizardi, me invito a comer a su casa después de clases. De este compañero no recuerdo ni el nombre, ni la estampa, ni el timbre de voz. Pero recuerdo lo que hablamos caminando por las banquetas arboladas hacia su casa. Me pregunto que si en mi casa, en navidad, llegaba Santa Closs o los Reyes magos. ¿Cómo? ¿Qué no era la navidad ni más ni menos que la visita de Santa Closs y lo de los Reyes una costumbre que por coincidencia se celebraba cerca de la Navidad?

Me explico mi compañero que la navidad era la celebración del nacimiento del Cristo, por eso navidad por natividad o nacimiento, y que lo del Santa era cosa de gabachos que los norteños estaban copiando pero que lo mexicano era usar la convención de los Reyes aunque en cualquier caso los regalos los hacían los papas. ¡Sopas! ¡Este cuate si sabia como operaba el mundo!

Aunque informativo y revelador no fueron solo estas aclaraciones las que marcaron esa tarde en mi memoria. Quedando establecido que mis costumbres familiares eran de norteño agringado y siendo mi amigo emigrado del centro me preguntaba con interés sobre los usos y costumbres de mi casa. Haciéndole la relación de los miembros de la familia me hice bolas explicando quien era Gloria, cuando quise decirle que era la sirvienta, si saber porque, se me atoraba la palabra en el cogote y hacia descripciones incoherentes de lo que hacia Gloria en mi casa.

Mi amigo quedo intrigado y me pregunto si era mi prima o la hija de alguna familia relacionada con nosotros. De repente entendió y con enorme satisfacción se lleno la boca de sorna y desprecio y dijo

– ¡ah!, ¡es la gata!

Aunque yo no podía enunciar la palabra sirvienta, gata era fácil

– si, es la gata.

Me he pasado muchas noches dándole vuelta al asunto.

Primero, ¿Porqué no pude pronunciar la palabra sirvienta? Si la servidumbre era una vergüenza, ¿De quien es la vergüenza?¿Del amo, del sirviente, o de ambos? Entonces ¿Era una vergüenza que mi padre fuera empleado? Sin servir, ¿cómo podría haber oficios o profesiones?

Creo que el asunto era que mis padres nos reiteraban a mi y a mis hermanos que tratáramos a la sirvienta como si fuera de la familia y que la presentaremos a extraños como un familiar. Aunque nunca se nos dijo de manera explicita la implicación, para el niño cuadrado y sin imaginación que yo era, era que había algo de vergonzoso en la servidumbre. Atavismo histórico resultado de la hecatombe y abuso con los que se fundo México.

Segundo, ¿Como podía hablar mi compañero con tanto desprecio por alguien que ni conocía ni tenia más referencia que el nombre y el oficio? No sabia si era hacendosa o floja, blanca o morena, amable o grosera, inteligente o tonta, que sueños tenia, que cosas sabía.

Cuando se habla de los pros y contras de vivir en México uno de los pros es que fácilmente se puede tener sirvienta. Pero entonces, las sirvientas ¿Donde viven?
A claro, es que son gatas, no gente.

Recuerdo que a fines de los 90s llegaron a Monterrey varios ejecutivos japoneses con sus familias. Las señoras se maravillaban de que por unos cuantos dolares diarios podían tener un sirviente de tiempo completo 24/6. Estas señoras no trabajarían todo un día ni por un dolar, ni por diez, ni por veinte, ni por cien. Como los ejecutivos tenían sus gastos subsidiados podrían pagar digamos 100 dolares diarios pero en vez de pagar lo que podían le preguntaban a mi esposa cuanto era la tarifa normal y les regateaban a las muchachas la paga.

A decir verdad, todavía le doy vueltas al asunto.